Capítulo 9 – Irene nuevamente

Había estado todo el día pululando por las rocas, lo más cercano posible a las olas, lo suficiente para no empaparme. Pero muy, muy cerquita de ellas. Había llevado mi flauta. Me apetecía mucho sentarme en lo alto de una roca y empezar a tocar…

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Capítulo 8 – Marcelo

No me lo puedo creer, siempre soñé estar en un lugar así, que yo tuviera la oportunidad de presenciar una situación… digamos de sorpresa. Pero joder, cuando llega… parece como si no fuera de este mundo, como si fuera realmente de otra historia, como si no se tratara…

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Capítulo 7 – Otra vez el asesino

– A ver si este hijo de puta está bien muerto… parece que sí, con este tiro que le he rajado no creo que viva mucho tiempo. Y el otro dónde está? Allá está! Tomá pa’ vos! Pumba!

– Ay!!!!! Ahhhhh! Ahhhhhhh!

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Capítulo 6 – El ostia

Oye, oye tío, pero… dónde ha sido la movida! No puede ser, nada ocurre en este pueblo y para algo que pasa, yo no estoy… y no lo puedo ver…  y para colmo no hay ni sangre ni nada! Pero no hai dicho que ha habido un tiroteo? Joder! Siempre me pierdo lo mejor! Cago en la puta madre que me parió. Pero oye! pero cuéntame algo! Nada… aquí todos… no hay manera de enterarse. Quién era al que le han pegao el tiro? Pero cómo ha sido? Pero dónde está la sangre? No hay manera de enterarse… Joder, ponme una caña… que no? Que vais a cerrar? Pero bueno, pero cuéntame algo, joder!

Una mierda. Bueno, voy a ver si… a ver si aquel tipo me puede decir algo… Oye tú!

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Capítulo 5 – El tipo

Cuando se introdujo la bala en mi cuerpo, sentí cómo rompía mis huesos, pero pasé a otro estado. Dejé de sentir el resto de mi cuerpo y vi desde otro lugar todos los hechos. Siento que no existen ni deudores ni acreedores, ni verdugos ni víctimas. Que la única víctima de todo eso es la sociedad.

Pero yo no puedo sentir cómo pensaba, porque yo no soy yo, aunque mi cuerpo está vivo. Por eso sé que sólo resta un tiempo para poder tener otra forma de conciencia. Desde aquí veo las cosas igual que antes, pero tienen otro…

Ya no tengo sensaciones de frío o de calor, ya no tengo sensaciones de bien o de mal, tampoco tengo sensaciones de justicia o injusticia, de amor o de odio. Eso me permite analizar lo que impulsó a ese hombre a actuar así.

Y recuerdo las veces que yo mismo le había encargado pegarle una paliza a los gitanos que viven en la otra punta del pueblo. Y cómo después vino flamante, con otros amigotes con las manos ensangrentadas. Pero ahora, me la tenía jurada y yo lo sabía. Cuando le conté a la policía lo que necesitaban saber para que me pusieran la fianza prometida. Y alguien tenía que caer y tuvo que caer.

Desde este lugar también puedo ver la realidad de mi padre. En el fondo es bueno. Tiene perdido en el fondo de su corazón, debajo de unas cien mil monedas de duro hierro un poco de alma humana. Pero no porque sea un hombre de negocios turbios, sino por la forma en que me trató. La única realidad que conocí fue a través de sus ojos y mi madre siempre protegiéndome, pero no pudiendo enfrentarse a mi padre. Las amenazas, los mejores colegios, todos los caprichos. Yo pido, se me otorga. Yo hablo, se me escucha. Yo quiero, siempre la misma historia.

Pero ahora me veo con la garganta destrozada. No sé qué vendrá después pero esto no lo quiero: coma profundo. Estos imbéciles se creen que el coma profundo es el coma de la mente. Y esta sigue trabajando. Coma profundo! Qué saben de coma o no coma. Cuando no pueden explicar una cosa, le dan nombres importantes. Para que los que supuestamente no entienden se asombren y no puedan decir nada. Porque las ideas concretas, aquellas ideas que nacen de la razón, siempre van a ser preferidas entre los que ostentan tener la verdad.

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Capítulo 4 – Irene

Marcelo bajó corriendo. Yo me quedé quieta, como si estuviera en un palco mirando hacia el escenario en el que tan solo había una silla, un tipo recostado en la silla del cual manaba un gran charco de sangre. Y un camarero que gritaba: “Aún está vivo! La ambulancia, la ambulancia, llamad a alguien!” Había gritos desde la puerta, pero en el centro tan solo estaba el tipo en la silla y el camarero.

Marcelo fue rápido y bajo, pero yo me quedé arriba. Mi primera reacción fue “bajo también, pero tan solo di un par de pasos y pensé: no hago nada allí”

Y me quedé arriba observando como los demás miraban al tipo. La chica le tendía un trapo a Marcelo para… para qué… para limpiar? No sé, qué más da. Le miraban, buscaban, intentaban comprobar si estaba vivo, o qué iban a hacer? Nadie se acercaba, había un gran círculo alrededor que nadie traspasaba. Debajo de la zona donde yo estaba se encontraban todos los que habían estado más cerca del tiroteo, abrazados los unos a los otros, sin apenas reaccionar. Una chica llorando. Los que estaban a mi lado lo habían presenciado, pero desde lejos.

Y hablaban cómo lo habían visto cada uno de ellos y de sus interpretaciones. Si era un simple loco que entraba a disparar a la gente, si era un ajuste de cuentas. Todos hablaban. Y nadie se acercaba. Ni los amigos, qué sorpresa!

Cogieron la silla, le sacaron y allí siguió ese círculo prohibido, esta vez con un gran charco de sangre que uno de los camareros se apresuró a limpiar. Tiraba balletas en el suelo. Tuvo que tirar varias para absorber toda la sangre. Intentaba limpiarlo todo, el cojín de la silla, la mesa. Pasó después la fregona muy rápidamente.

Los camareros intentaban limpiar el bar de… no sólo de sangre sino también de la historia que acababa de pasar. La gente poco a poco se iba marchando, no despavorida, horrorizada quizás? Hasta que el bar quedó con cuatro gatos que todavía seguíamos de pie casi en el mismo sitio.

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Capítulo 3 – Está vivo!

Creo que está vivo, parece estar vivo!

Yo me estoy acercando, eso es lo único que escucho. El camarero se ha acercado a él, le ha puesto la mano en el cuello y parece que está vivo. Miro, y realmente parece estar vivo, pero parece que mucha vida no le queda. Finalmente lo llevamos entre varios al hospital del frente. Cuando vamos caminando el tipo cuelga una mano. Yo lo veía muerto y digo: “me parece que este espichó”.

Las sensaciones que sentía en ese momento me hacían pensar “a quién realmente estaré llevando? Quién es este tipo al que han disparado? Por qué le han disparado? Sentí una sensación como diciendo: “estoy haciendo bien llevando a este tipo para que le salven la vida, o se merecía que le cazaran un tiro?” Sigo transportándolo porque en definitiva yo no soy quién para juzgar si debe vivir o morir. Me siento envuelto en la situación, algo sentía que tenía que hacer. Quizás porque de alguna forma quiero participar de la muerte o la salvación de esa persona.

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Capítulo 2 – Il assassin

Busqué en el ropero y no estaba, busqué en el fondo de la casa y tampoco estaba.  No me acordaba en dónde la había metido.  Finalmente busqué en el ropero que estaba en la pieza del fondo, allí estaba.  Estaba totalmente cubierta por una manta y enfundada en su estuche original.  Las balas las tenía en un cajón, dentro de su estuche original, nunca las había usado.  Siempre había empleado la pistola para estos asuntos, era más seguro, más eficaz, no se nota tanto.  Sin embargo, esta vez no sé por qué, me fui directamente al rifle, a la escopeta. La cargué y pensé qué tenía entre manos, qué era lo que iba a hacer.

Las ideas se me agolpaban en la mente, estaba desesperado.  Además, las cosas se habían vuelto realmente difíciles.  Me pedían dinero que en este momento no tenía.  Me pedían que colaborara, cosa que no quería hacer y además ese hijo de puta, me había utilizado tantas veces, que tenía que…

Lo había soñado, me había regocijado tanto con la idea de levantarle la tapa de los sesos al cabrón ese.   Mientras estaba encerrado, no podía pensar en otra cosa.  Venganza.  Venganza? Joderle?  Él estaba fuera y yo aquí, entre estas cuatro paredes y juré, juré, que cuando saliera, algo tenía que hacer, ese cabrón no se iba a reír de mí.  Y aquí estoy con la escopeta, dispuesto a salir, a disparar, y después…  no sé, ya veremos.  Ahora no hay que pensar en eso, sólo en localizar a ese cabrón.  Sabía que tenía que estar en aquel bar, cómo se llama…  ese al que suele ir con sus amigos, a hacerse el importante, el señor del territorio.  Se iba a acordar de mí.  Se sorprendería al verme?, le daría tiempo a pensar algo?… y qué más da, sólo quiero quitármele del medio.

Cojo el auto y me voy directamente a buscarlo, sé que estos días anda por la ciudad y no voy a perder la oportunidad.  Entro como en un sueño, en realidad no entiendo lo que estoy por hacer, no sé lo que me impulsa además del odio, no sé, algo me impulsa. Hacer justicia?, de la mano de quién, de mi propia mano?

Llego al bar, mucha gente, demasiada gente, pero no me importa, de pronto bajo, con la escopeta en la mano, nadie me reconoce, ni se asombran, cada uno está en lo suyo.  Nadie es capaz de fijarse en qué historia está el otro.  El bar está a tope, entro.  El pobre imbécil está anonadado, mirando hacia esa pajarita que lo tiene embobado desde hace un tiempo.  Me acerco a él, le apunto a la cabeza… y disparo…

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Los dos disparos – Capítulo 1

Esta historia está contada de una forma extraña y tiene su razón de ser.

Hace unos cuantos años atrás, cuando vivía en Galicia, me tocó viajar a Vilagarcía de Arousa, una ciudad pegada a una de las tantas rías gallegas, la Ría de Arousa. Existen muchas historias sobre este lugar sobre contrabandistas, narcotraficantes y demás. Desde nuestro lugar de científicos, Irene y yo nada sabíamos de eso. Nada nos hacía sospechar que estaríamos envueltos, aunque tangencialmente, en una historia como la que vivimos.

Estábamos en uno de los bares más conocidos del lugar, allí nos habíamos ido a tomar unos tragos y habíamos elegido un lugar en una pequeña terraza, dentro del mismo local. Muy entretenidos en nuestra charla y sonó un petardazo. Acostumbrados al ruiderío gallego, pensamos que se trataba de alguna fiesta o algo así. Cuando sonó el segundo ya no nos pareció un petardo y escuchamos cómo la gente corría. Nos levantamos y miramos hacia abajo. En el medio del salón había un hombre sentado con la cabeza inclinada, quieto… y a su lado, un charco de sangre que crecía…

Reaccionamos y cada uno hizo lo que podía en esa circunstancia. Yo bajé corriendo para ver qué podía hacer, me acerqué y observé muy de cerca el cuerpo… en la mejilla derecha tenía un pequeño agujerito, en la mejilla izquierda un agujero enorme del cual manaba sangre, con el ritmo del corazón. Sin pensarlo, metí dos dedos en ese lugar, para parar la hemorragia…

Después que pasó todo, nos fuimos a otro bar, pero durante los días que siguieron ambos estábamos muy mal, cualquier ruido nos alteraba y asustaba. Pensé que de alguna forma esta sensación debía terminar y se nos ocurrió contar la historia grabándola en un cassette. Así lo hicimos y lo que sigue a continuación es simplemente la transcipción literal de eso que grabamos.

Capítulo 1 – Los disparos

Teñido de rojo, sentí como crujían los huesos cuando intenté tapar el agujero por donde manaba la sangre.  El balazo había entrado por la otra mejilla, cruzando el maxilar y rompiendo las uniones del otro lado de la cara.

Dos tiros (pum pum).  El hombre entró en el bar, sacó su escopeta y disparó dos veces, un loco?, un fanático? (quién se atreve a romper así mi propia historia).  La gente corre, el pánico se apodera de todos, nadie entiende nada, es que seguirá disparando?, aparecerá por otro rincón?.  Escucho comentarios, un simple juego.  Uno dice que lo vio como una broma entre amigos, incluso después del primer disparo todos creían que era una broma.  Pero el charco que se ampliaba no era una broma.  Antes de que reaccionara, un segundo disparo levantó en pleno al gallinero.  Esta vez no era un fragmento de una película de Coppola, en un rincón lejano del Bronks, sino aquí, en un pueblo, y nosotros presenciando como espectadores directos, reales, sin celuloide de por medio.

Llegué al bar, sin poder dejar de pensar en el dinero que me debían, desde chiquito me habían dicho que un deudor es el peor enemigo, sobre todo cuando siempre se es acreedor, sin embargo, esos días en la cárcel me habían hecho reflexionar sobre todo esto y no sabía que hacer.  Estaba lo suficientemente metido como para que cualquier duda sobre el asunto fuera disipada por los compromisos.  Me gustaba ese bar porque representaba el pasado.  Los pájaros que cuidaban el lugar, esos cuatro pájaros gigantes, me daban la seguridad de estar en los lindes de mi territorio.  Me senté con unos amigos, frente a la puerta, para controlar a los que entraban y salían.  Era una costumbre adquirida desde pequeño, pero ella… me tenía totalmente hechizado.  Era el principal motivo por el que quería salir de todo eso, su cara me parecía como una fuente inagotable de belleza, y fue en ese momento en que sentí sobre mi sien, el metal frío y comprendí todo de un solo golpe, mi dependencia, mi miedo, mis víctimas y mi verdugo. Hoy me tocaba a mí, eché para atrás la cabeza en un intento de salvar lo inevitable y un fuego entró por mi cuerpo.

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En la Casona del Molino, Salta


Solícito, el viento,
parece que bajara
cuando se lo llama
cargado de gotas
que tanto se esperan
desde la tierra y el río
mentras el vaivén
acompasada melancolía
soñando el sol
las gotas caen.
—— + ——-
Suerte la mia
viajar por el mundo
ver muchas aguas
insospechados ríos
cargados árboles
de blanco manto
helados espejos
así es la tierra que canta
y que pasa.
—— + ——-
Confianza en lo que hago
jugarme por el vacío
esperar lo propio
como lo ajeno.
Recordar el espacio
cargado de imágenes
de recuerdos,
de palabras,
de lo realizado,
de lo perdido
y por supuesto,
de lo encontrado.
Eso cambia
el cero por el infinito
viajando del fracaso al éxito
de la mano del maestro.
—— + ——-
Empanadas, vino y locro
canto, grito y chacarera
el viento trae añoranzas
de espacios bajo los árboles
de mate dulce con yuyos
de lluvia fuerte y verde
del agua que fina
cae desde lo alto
cascada, espacio compartido
tantos recuerdos de un tiempo
donde la compañía es todo
donde el sol acompaña
donde la tierra se quiebra
bajo nuestros pies andando
donde los bichos caminan
sin importar su presencia
donde el amigo tiembla
al ritmo de nuestro corazón.
—— + ——-
soledad…
¿acaso la invoco?
compañera inseparable
te extraño y cuando te tengo
disfruto y me acostumbro
del espacio propio
del ruido ajeno
viene lo preconcebido
lo aprendido y condicionado
vuelo por conocidos lugares
sensaciones vagas
que parten desde lo alto
que sueñan caminos olvidados
soltando su carga inviolable
sonido que canta alto
altura preconcebida
soltar la mente
para que el cielo venga
al encuentro de sueños
cansados y sigilosos
que poco a poco
retornan y dicen
de la soledad
de la compañía.
—— + ——-
Imágenes robadas
consuelo de una especie
en vía de extinción
puedo ver el final
es triste y abrupto
pero vivo como si fuera
un hilo contínuo de alegría
desecho lo cotidiano
busco el espacio abierto
anclado en un puerto
dificil es conocer el abismo
estar preparado
para sucumbir es el secreto
no temblar ante la muerte
que segura viene al encuentro
vivir por morir dice el recuerdo
morir por haber vivido
es el precio que pagamos
y no es mucho
peor sería
seguir viviendo.
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