Recuerdos de la Antártida (2): Llegamos a la isla (1 de octubre)

La llegada a la Isla Vicecomodoro Marambio fue tranquila y nos esperaba el viento y el frío, con una sensación térmica de treinta y siete grados bajo cero. Sin embargo la excitación del momento hizo que no lo notáramos a pesar de estar sin abrigo. De pronto, nos encontramos parados en el medio de la pista, viendo a 50 hombres anaranjados ir y venir, sacando carga del avión, poniendo otra, corriendo, conversando, saludándose, y nosotros mirándonos, sin saber qué hacer, sin saber a dónde ir, sin que nadie nos tomara en cuenta para nada. Finalmente cargamos nuestras cosas y nos fuimos al interior de la base que apenas se veía, también de color naranja, entre la ventisca blanca que volaba con el viento. Fuimos preguntando por aquí y por allá, dónde teníamos que ir hasta que nos indicaron la puerta de entrada a la base. Cuando entramos el calor nos pegó en la cara y nos dimos cuenta en ese momento, el frío que hacía afuera. Dejamos las cosas donde nos indicaron, un rincón cerca de la puerta de entrada al comedor y nos indicaron que habíamos llegado a la hora de la cena, que nos sentáramos donde pudiéramos encontrar un lugar vacío. Comimos, todo, dentro de un ambiente un poco hostil.

El comedor es bastante grande, para albergar a más de cien personas, limpio y cuidado. La gente, dentro de la base está vestida con la ropa dotada, pantalón color caqui, o azul, camisa, pullover azul escote en V, y zapatos o zapatillas. El uniforme militar no está presente, a pesar de tratarse de una base militar. La presencia de personal de la Dirección Nacional del Antártico (la DNA), que es a quién representamos en definitiva, les es antipática a la dotación militar. Las miradas y el rechazo que experimentamos está más allá de ser un recién llegado. Esta gente hace 10 meses que está aquí adentro y se ha pasado un invierno entero, con poca luz, sin poder salir mucho afuera y eso los hace sentir con derecho a mirarnos como unos «tiernos». Pero irónicamente, uno de los sentimientos de antipatía es por el hecho de ser «científicos», ya que la experiencia con colegas, ha sido con personajes que piensan que el ser un profesional y trabajar en ciencia es un título nobiliario y el resto, es la plebe.

(Diario)

Estoy aquí y es un hecho. Por favor aprovechemos y trabajemos fuerte.

Estos primeros días nos iremos familiarizando con la base, que está separada en edificios. La base central está compuesta por módulos unidas por pasillos cerrados. Fuimos a visitar la zona dedicada a la meteorología, que está en un extremo de la base, junto a la radio. Desde allí se envía y se recibe toda la información meteorológica de las bases antárticas. Ellos nos dicen:

— La base argentina es una de las más exactas a la hora de pronosticar el tiempo, incluso suele llevarse algunos lauros. Sin pecar de falta de modestia, depende más de los pronosticadores que de los equipos, que si bien es completo, no le llega a la altura de los yanquis o los rusos.—

Algunos de los aparatos que tiene son barógrafos, anemómetros, termómetros, barómetros, pluviógrafos, nevógrafos, sismógrafos y receptores de imágenes del satélite estacionario NOAA (ubicado a 900 km de altura), que manda información horaria. También se envía un globo aerostático por día para el estudio de la atmósfera, pero en estos días, un problema de tensión no permite el uso de la computadora y esto hace que los globos no puedan soltarse con la misma periodicidad.

La gente de meteorología es un poco distinta al resto del personal, tienen hasta juegos diferentes: la dotación juega al truco, ellos al ajedrez. En los momentos de tranquilidad, que son muchos, sacan una tabla corrediza muy pequeña de debajo de la mesada, la caja con la fichas, el tablero y preguntan:

— Blancas o negras? —

Es una linda imagen, porque toda la habitación es amplia, con grandes ventanales hacia el exterior y cuando oscurece, hay luces muy tenues que dan un aspecto de nave espacial. Mientras tanto, dos cabezas inclinadas miran atentamente un tablero en pleno movimiento.

Al lado de meteorología está la radio, desde donde se comunican con todo el mundo, faltaba más. Tiene además dos cabinas telefónicas para comunicarse por esta vía, gracias a la antena parabólica, que también trae la televisión, para gusto de unos y disgusto de otros.

Esta entrada fue publicada en historias de vida y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a Recuerdos de la Antártida (2): Llegamos a la isla (1 de octubre)

  1. marceloferrero dijo:

    Continúa! Lástima que todas las fotos que sacamos en esa época las dejé en el Museo del Fin del Mundo, en Ushuaia. Siempre que voy me digo: Tenés que pedirles una copia de las fotos de Antártida. Recuerdo que fueron unos 20 rollos de Blanco y Negro y otras tantas diapositivas. Blanco y negro! Rollos! Pero tengo todas las fotos en mi retina.

  2. Clarisa dijo:

    Espero con ansias la continuación de la historia.

Deja un comentario